Ratificación del Convenio nº 190 de la OIT
6 marzo, 2020Mujeres rurales en Castilla-La Mancha: «heroínas y pioneras del cambio social»
8 marzo, 2020Lo que hoy denominamos economía feminista tiene una larga historia de desarrollo. Ya en el siglo XIX las mujeres reclamaban su derecho al empleo y denunciaban desigualdades laborales y salariales entre sexos.
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Las primeras mujeres de la economía feminista
Priscilla Wakefield, a fines del siglo XVIII, tal vez es la primera en desafiar el pensamiento clásico de los economistas por no integrar en su análisis el trabajo de las mujeres y no abordar su exclusión de los trabajos con mejor remuneración. Julie Daubié, ya en el siglo XIX, planteará la existencia de un nexo entre el orden económico y los códigos morales y civiles, que atenta contra las mujeres, sosteniendo la necesidad de equiparar salarios frente al mismo trabajo, de abrir nuevos campos laborales a las mujeres y de eliminar la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Uno de los derechos que se planteará con más fuerza es el del derecho al empleo, que se presentará como forma de conseguir independencia de las mujeres.
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Frente a la economía neoclásica
Con el desplazamiento de la atención hacia la producción, al mercado, al intercambio, surgen nuevos debates desde la economía feminista. Durante la Primera Guerra Mundial surgirá con fuerza la proclama por la igualdad salarial: las mujeres durante la guerra han pasado a sustituir a los hombres en el mercado laboral, mostrando que son perfectamente capaces de realizar trabajos considerados por la sociedad como masculinos.
Luego, se presentará con fuerza la búsqueda de reconocimiento de la actividad doméstica como trabajo: el hogar debe considerarse un centro de producción, donde las mujeres son a su vez administradoras y trabajadoras, y esto debe ser reconocido.
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Los sesenta
En la década de los sesenta surge desde el paradigma neoclásico la Nueva Economía Familiar, con Gary Becker como el máximo representante. Esta plantea que las familias son unidades de decisión que maximizan una función de utilidad familiar y las críticas desde la economía feminista no tardan en llegar: sería el “jefe de familia” quien incorpora en su función de utilidad las funciones de los demás miembros, como el representante de todos los demás del hogar. Además, lo planteado por Becker se sostiene en que la especialización en trabajo de mercado o trabajo doméstico se basará en las ventajas comparativas que tengan los miembros de la familia, donde, sostiene, dadas las características biológicas, las mujeres las tendrían en las tareas del hogar y los hombres en las del mercado laboral.
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Las últimas décadas
En los ochenta surge propiamente lo que hoy denominamos economía feminista. Esto se verá determinado por el uso generalizado por parte de las teóricas de la categoría “género”, que tendrá importantes implicaciones en las teorías del mercado laboral y los estudios sobre la organización del trabajo. En los noventa se creará la Asociación Internacional de Economistas Feministas y comenzarán a proliferar los departamentos o centros de investigación dedicados a esta área.
¿El problema? A pesar del importante aporte de la economía feminista, el impacto en el cuerpo central de la teoría económica dominante ha sido prácticamente nulo y ésta se ha mantenido insensible a los cambios conceptuales, manteniendo un importante sesgo androcéntrico. Los problemas que las mujeres planteaban hace tres siglos siguen hoy produciendo importante desigualdad en el mercado del trabajo, a pesar de la masiva incorporación de la mujer al mismo… ¿cómo avanzamos en ese escenario?
*Texto elaborado en base al documento “La Economía Feminista: una Apuesta por otra Economía”, de Cristina Carrasco (2006).
El Observatorio de Igualdad y Empleo es una acción de divulgación que forma parte del proyecto DANA+, financiado por el Fondo Social Europeo.