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22 enero, 2020Tanto en países desarrollados como no desarrollados, o en vías de desarrollo, la pobreza tiene rostro de mujer. Y ello se debe a que, según un estudio de ONU Mujeres sobre la igualdad de género en la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, a partir de datos recolectados por estadísticas nacionales, para 2014 se estimaba que por cada 100 hombres de los hogares más pobres, había 155,3 mujeres, es decir, más del 50%. Este fenómeno, conocido como la feminización de la pobreza se refiere a aquellos mecanismos y barreras sociales, económicas, judiciales y culturales que generan que las mujeres y otras identidades feminizadas se encuentren más expuestas al empobrecimiento en nuestra calidad de vida.
Esta realidad proviene desde hace décadas e incluye además trabajo doméstico no asalariado, trabajo en el mercado informal, brecha salarial en relación a los hombres, distinta remuneración por la misma tarea laboral, y flexibilización laboral, entre otras. Por su parte, la prevalencia de este fenómeno tiene que ver con la falta de políticas públicas por parte de los gobiernos que se encuentran vinculadas de forma trasversal a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, leyes que aseguren cupos, políticas de la mejora en redistribución de la riqueza, políticas que obliguen a incluir la perspectiva de género en los ámbitos empresariales, control sobre los contratos de trabajo para evitar precarización e informalidades, subsidios en hogares monoparentales, entre otras.
Por esta razón, no es de extrañar, ni tampoco es una casualidad, que uno de los lenguajes que habla el feminismo en la bisagra de los siglos XX y XXI sea el de las políticas públicas de igualdad, orientadas a reducir las desigualdades económicas y a debilitar las jerarquías. Las políticas públicas con perspectiva de género tienen una función «redistribuidora» en sociedades estratificadas y se manifiestan a través de acciones positivas.
Según un estudio de mujeres en Red, en España hay ocho millones de personas que se encuentran en situación de pobreza, de los cuales la mayoría son mujeres. Y la tendencia a la feminización de la pobreza es contrastable en los países no desarrollados, en los países en vías de desarrollo e incluso en algunos países desarrollados. En el caso de España, la desigualdad entre hombres y mujeres, lejos de cerrarse, se ha incrementado en los últimos años de crisis económica. Para Elena Blasco, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras, es urgente incluir la dimensión de género en diagnósticos y propuestas. «Aunque en grado diferente, en todo el mundo mujeres y niñas están más expuestas a la pobreza, a la exclusión social y a la violencia. Encuentran más obstáculos en el acceso a recursos básicos como educación, sanidad, empleo de calidad o prestaciones”.
Para más información consulta los siguientes enlaces:
- La crisis en femenino plural
- Principal causa de la pobreza: ser mujer
- Feminización de la pobreza
- Informe ONU Mujeres: hacer las promesas realidad: la igualdad de género en la agenda 2030 para el desarrollo sostenible
- Freijo, María Florencia. Solas, aún acompañadas (2019). Editorial El Ateneo
Publicación realizada por Julieta Delgado y María Victoria Picciotto para el programa de voluntariado del proyecto Empoderamiento e Igualdad -Empleo (2020) desarrollado por Fundación Mujeres y financiado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.